6 de septiembre de 2.011
Segunda novillada de abono (rejones)
Novillos de: “GERMÁN GERVÁS”, bien presentados, manejables, nobles y de buen juego, no se confiaron con ellos y los castigaron en exceso con los rejones de salida, recibiendo tres rejones de castigo cada uno.
Rejoneadores:
SERGIO DOMÍNGUEZ: saludos y silencio
RUBÉN SÁNCHEZ: silencio en ambos
Incidencias: casi tres cuartos de aforo cubiertos en tarde soleada de agradable temperatura. El presidente perdió el pañuelo.
Presidencia: correcta a cargo de D. Carlos Balduz, asesorado por Juan Antonio Burdaspar.
Este verano en la plaza de toros de Bilbao, su presidente, el conocido Matías, dio toda una lección de lo qué es presidir una corrida de toros. La tarde de la histórica faena de Morante de la Puebla, Matías no dudó un segundo en sacar dos pañuelos a la vez, para conceder las dos orejas del toro al matador.
En las presidencias de las plazas de toros, estoy harto de decirlo, deberían haber siempre tres pañuelos blancos, y en algunas como la de Peralta por lo visto habrá que ir pensando en preparar una caja de pañuelos, que no hicieron falta para conceder orejas, pero por si vuelve a suceder lo que ayer: que al presidente se le caiga el pañuelo desde lo alto de la presidencia al callejón y a la hora de dar suelta al toro tener que hacerlo con el “moquero” del asesor. Que posteriormente serviría para limpiarnos las lágrimas de la tristeza y del aburrimiento de la pésima tarde de toreo a caballo.
Pero el hecho de tener tres pañuelos, no es para solventar anécdotas como la sucedida ayer por la tarde en Peralta, no. Simplemente es porque las faenas que se realizan deben ser valoradas en su medida. Y se considera que el presidente y el asesor, son personas de reconocida solvencia en la materia, y tienen el criterio de valorar esa faena para conceder una, dos y si es preciso hasta el rabo. Es decir: que las faenas son de una o de dos orejas. Y si es de una el presidente sacará un pañuelo; y si es de dos sacará dos pañuelos. Pero en este segundo caso, lo tendrá claro y sacará dos pañuelos a la vez. Porque si saca uno es que ha valorado que esa faena ha sido merecedora de una oreja, y casi siempre porque la pide el público; pero si es de dos no hay cosa más ridícula que sacar primero uno y luego al rato, tras pensárselo o por no poder aguantar la presión, ceder y sacar un segundo pañuelo, con el consabido galimatías que se produce, sobretodo en las plazas de pueblo.
Pasando a la novillada de ayer, uno se preguntaba en el transcurso del festejo, por el bien y el “daño” a la vez, que ha podido causar un rejoneador como Pablo Hermoso de Mendoza al toreo a caballo. Ahí queda la pregunta y la “reflexión”. Porque ya, hasta él mismo parece “vulgar” de tan fácil y simple que lo hace, viendo cómo a los demás les cuesta un esfuerzo terrible.
La novillada de rejones de ayer por la tarde no pasará a la “historia”, más que por la anécdota reseñada. Porque lo ocurrido en el ruedo sólo podría pasar a los anales de la historia del aburrimiento. Poco puede uno reseñar; caballos que se iban de la suerte, caballeros que no se confiaron con los nobles novillos de Germán Gervás, farpas que se lanzaban en lugar de clavar; y desde luego al finalizar alguna lidia uno no sabía si tenía delante un novillo o un sembrado de palitroques. Porque, como dicen, hasta el rabo todo es toro.
De Sergio Domínguez se esperaba mucho más. No se confió con ninguno de su dos oponentes, haciendo dos faenas sin temple ni medida, galopando con celeridad y sin reunirse en las suertes, abusando en exceso del cuarteo. Además mató muy mal, sobre todo al tercero de la tarde, al que asestó nueve pinchazos antes de dejar un sablazo trasero.
No estuvo mejor Rubén Sánchez, que si bien quiso agradar y trabajar, las monturas no respondían como de ellas se espera, siendo alcanzadas más de una vez, estando apunto de ser derribado en alguna ocasión. Tampoco estuvo fino a la hora de matar y se silenciaron sus dos actuaciones.
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