PORTÓN DE TORILES

PORTÓN DE TORILES
"POR UNA FIESTA ÍNTEGRA"

domingo, 17 de octubre de 2010

LA SUERTE DE VARAS (II)

El presidente es la máxima autoridad en una plaza de toros. Es quien debe hacer cumplir el reglamento y velar por la integridad del espectáculo. Entiéndase integridad todo lo que conlleva una corrida de toros, empezando por el toro, siguiendo por una correcta aplicación (sabiendo interpretar, a veces) el reglamento, y terminando por la valoración del conjunto de la lidia para la concesión de trofeos. La presidencia tiene mucho que decir en el desarrollo de los festejos y también durante el tercio de varas. El que decide cuando se cambia el tercio o no, es él, y sobre todo en las plazas de los pueblos, en las que permiten que se masacre a los toros de manera indiscriminada.
Los aficionados estamos hartos de tener que aguantar, en los palcos de las plazas de toros, presidentes, que en la mayoría de los casos, ni son aficionados ni nada que se le parezca, cuando no políticos que sólo van a figurar aunque no apoyen en nada la fiesta, sin tener la más remota idea de lo que dice el reglamento, y mucho menos del comportamiento del toro. Además de dejar que sea el matador quien decida cuando está o no está picado el toro.
Por eso, el presidente, tiene mucho que decir en la suerte de varas. Debe saber en todo momento cuándo un toro está picado en su justa medida, es decir: calibrar su fuerza o poderío y valorar su bravura o mansedumbre. Hoy en día esperan a cambiar el tercio cuando se lo pide el matador de turno, muchas veces permitiendo las masacres bochornosas a que nos tienen habituados los picadores, con el consentimiento de sus jefes de filas, es decir: el matador.  El presidente debe cambiar el tercio cuando crea que el toro está sobradamente picado, con una, dos, tres… las varas que sean pertinentes. Pero nunca que se lo pida el matador salvo, en las plazas de segunda y tercera categoría, que si el matador decide que se cambia el tercio después de la primera vara, porque cree que el toro está suficientemente picado o porque él lo quiere más “crudito”, entonces sí que estaría justificado. Además, debería tener contacto directo con el delegado gubernativo situado en el callejón, para que el toro sea colocado correctamente en suerte, y nadie esté fuera de su sitio, además de correctamente colocado en el ruedo. 
Esto último, en mi opinión debería ser reformado en el reglamento. Creo que sería mejor, que en el ruedo no hubiese nadie más que el toro y el picador. Que en las plazas de ruedo menor de 40 metros de diámetro no debiera salir más que un solo caballo y se obligase a todos a poner el toro en suerte como si fuese una tienta. Ganaría el espectáculo, ganarían muchas veces, los toros porque los acobardarían menos y seguramente muchos más se vendrían arriba y ganaría, desde luego, el espectáculo.

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